Calma, existen factores científicos que demuestran, que el proceso de maduración cerebral juega un papel muy importante en las dimensiones afectivo-sociales y cognitivas. Las teorías clásicas aluden a la inmadurez de un grupo de procesos cognitivos superiores, sin embargo la evidencia reciente indica que las habilidades básicas de procesamiento de la información han alcanzado su punto máximo de desarrollo en este periodo.
“El modelo de desbalance del desarrollo cerebral es un enfoque teórico novedoso, con base en las neurociencias, que ofrece una explicación alternativa sobre la prevalencia de conductas de riesgo y los déficits tradicionales en la toma de decisiones durante la adolescencia. El modelo plantea la existencia de un desarrollo asincrónico entre las estructuras prefrontales y la relación con las áreas neuronales relacionadas con los procesos socioemocionales”.(1)
¿Qué significa esto? Que nuestros adolescentes centran la motivación de sus decisiones en aspectos socio-afectivos y no en un razonamiento lógico de las consecuencia que sus decisiones puedan contener.
Entonces ¿Qué características tienen nuestros jóvenes como decisores?
Teniendo en cuenta que la adolescencia implica una etapa de grandes cambios y maduración física; de desarrollo cognitivo y psicosocial, es importante destacar que:
Los adolescentes tienen menos experiencia en tomar decisiones.
Muchas de las decisiones a las que deben empezar a enfrentarse implican consecuencias a largo plazo, que pueden resultar difíciles de visualizar a futuro.
Un tercer elemento puede radicar en un mayor peso en el componente motivacional de la toma de decisiones, ya que involucra tanto elementos cognitivos como motivacionales.
“En un periodo como la adolescencia es habitual que existan conflictos con personas significativas (padres-amigos) y juega un papel muy importante la opinión del grupo de iguales o a las críticas de terceros.”(2)
¿Cómo podemos orientarlos?
Comencemos por definir la situación claramente: ¿A qué nos enfrentamos? ¿Qué es lo que queremos resolver o el objetivo que queremos alcanzar? Una vez definida la situación, podemos recopilar la información necesaria, aclarar cuáles son los alcances que perdurarán en la vida de nuestros hijos y las posibles consecuencias.
Ya que aclaramos y fundamentamos la situación, procedemos a la búsqueda de posibles alternativas, opciones o soluciones, dando pie a la valoración de estas, tomando en cuenta los “pros” y “contras” sin precipitarse, estudiando las probabilidades de éxito de cada una de ellas, nuestros gustos etc.
Una vez valorados estos elementos, es tiempo de tomar la decisión, sin demora, ni titubeos, para entonces pasar a la ejecución de la misma. Esta es la parte fundamental del proceso, ya que el no ejecutar puede generar que nuestros hijos(as) desarrollen una incapacidad para llevar a cabo las acciones necesarias en su desarrollo personal, convirtiéndose en soñadores, llenos de ilusiones pero no de decisiones.
1. Broche Pérez, Y. (2015). Modelo de desbalance del desarrollo cerebral: nuevo enfoque teórico en la comprensión de conductas de riesgo en la adolescencia. En Revista Cubana Neurología y Neurocirugía. 5 (Supl. 1): S38–S40. Recuperado de: http://www.revneuro.sld.cu/index.php/neu/article/view/255
2. Mann, L. y Friedman, I. (2002). How do adolescents make decisions? En Soresi, S. (Ed.). Studies in decision Making. Gionti.